
se que no quiero hallarme.
No quiero deformarme en la aceptación,
ni diluir mi alma al vacilar, rechazando
mi mirada. Sincera, como es, la muestro.
Si acaso sucede a veces que florecen las raíces,
maduran con el agua
de mil inundaciones. Y se sacian.
Y se expanden, por el subsuelo,
pero también se elevan buscando aire.
No desisten ni se hastían, con su movimiento
lento y permanente. Tiempo precisan, paciencia seguro.
Capaces, acogen el sol sin miedo.
Comprende ahora que no menguan la inmensidad,
que aceptan el sino que escogieron.
Miles de raíces entrelazadas
y un árbol,
convergencia que ante la adversidad
se alza.
No lo hallarás exuberante,
no exive frutos ni verdades.
Su belleza encontrarás en sus adentros,
impregnada en la resina que contagiará
tus manos si preguntas, si tal vez te inquietas.
Comprende la pasión bajo el asfalto,
en la tierra fértil.
Y comprende finalmente que esta entrega fluye
y se funde con la tuya.
Hállanos, entonces, conscientes en la lucha.