lunes, 21 de junio de 2010

Había un confitero. Era mi amigo.
Ese amigo mayor de que presumes.
¿Qué vas a ser, cura o torero?,
me preguntaba. Yo suponía que tendría un pastel
si decía torero. Entrecortado y mudo,
dudaba siempre entre la teja y la montera.
Y no elegía nada.

Y es que de niño sueles fijarte en esas cosas, por solemnes.
Nunca miras al suelo
aunque lo tengas a tu alcance a todas horas,
ni reconocer tus zapatos.
Y así una noche, vi un gorro de soldado
azul y de cartón
y aquella noche azul
todo era de cartón menos el gorro
que no pude tener.
No volví a ver al confitero.
Se me murió esa noche azul,
entre cartones de preguntas y sueños derrotados.
Y al levantarme gris me percaté
de que no usaba zapatos sino botas.

-Javier Gúrpide-.