domingo, 28 de junio de 2009

FLORECEN LAS RAÍCES.

Dónde la luz no llega, dónde la vida se difumina

se que no quiero hallarme.

No quiero deformarme en la aceptación,

ni diluir mi alma al vacilar, rechazando

mi mirada. Sincera, como es, la muestro.

Si acaso sucede a veces que florecen las raíces,

maduran con el agua

de mil inundaciones. Y se sacian.

Y se expanden, por el subsuelo,

pero también se elevan buscando aire.

No desisten ni se hastían, con su movimiento

lento y permanente. Tiempo precisan, paciencia seguro.

Capaces, acogen el sol sin miedo.

Comprende ahora que no menguan la inmensidad,

que aceptan el sino que escogieron.

Miles de raíces entrelazadas

y un árbol,

convergencia que ante la adversidad

se alza.

No lo hallarás exuberante,

no exive frutos ni verdades.

Su belleza encontrarás en sus adentros,

impregnada en la resina que contagiará

tus manos si preguntas, si tal vez te inquietas.

Comprende la pasión bajo el asfalto,

en la tierra fértil.

Y comprende finalmente que esta entrega fluye

y se funde con la tuya.

Hállanos, entonces, conscientes en la lucha.